1. Estado de la cuestión

Nuestro cuerpo es lo que somos o lo que es más personal para nosotros. Con este cuerpo nos comunicamos con los demás. La función de la ropa es ocultar nuestra desnudez. Protegen el cuerpo de los elementos exteriores (frío, lluvia, polvo, etc.) y nos ayudan a mantener una buena salud. El estilo y la calidad de la ropa determinan la posición de un individuo en la sociedad. No hay más que ver cómo la gente considera los que llevan ropa lujosa y de marca, y cómo se desprecia a los que llevan ropa rota o barata, aunque ésta no sea una actitud cristiana (cf. St 2, 1-9). La ropa nos ayuda a sentirnos bien con nosotros mismos. La diversidad de colores y tejidos, el genio artístico de estilistas, modistas y sastres, hacen que cada uno pueda tener ropa a su gusto y a su medida. Y dar ropa a los que carecen de ella es un acto altamente religioso, porque les devuelve su dignidad (cf. Mt 25, 36).

El problema de la ropa empieza cuando hablamos de pudor. El pudor es la intuición natural de que nuestro cuerpo es sagrado, de que hay partes que deben permanecer ocultas. La vergüenza es el sentimiento que surge cuando nos damos cuenta de que se ha violado el pudor. La delicadeza del pudor en el vestir se debe a que no todo el mundo tiene la misma conciencia de la dignidad humana y de la sexualidad a causa de la dictadura de la moda y de la banalización del cuerpo en nuestra época. Algunas personas, habiendo malinterpretado el significado de la libertad, reivindican el derecho a vestirse como les plazca, afirmando que no obligan a nadie a « mirarlas », y que quien quiera mirar es libre de hacerlo. « Cuando caigan los cimientos, ¿qué podrá hacer el justo? » (Sal 10 (11), 3)

Antiguamente, nuestros abuelos apenas se vestían. Para estar decentes bastaba con cubrirse las espaldas. Esto también tiene que ver con el estado rudimentario de su industria textil (hilado de algodón, tejido). Además, las normas sociales no propiciaban el desorden y los espíritus eran bastante puros. El estilo aceptable de vestir cambiaba de un entorno a otro y con el paso del tiempo.

Tiempos diferentes, costumbres diferentes, a pesar de los que piensan que para un africano « sentirse obligado a esconder su cuerpo es una noción ridícula enseñada por el judeocristianismo y el islam, una noción que quiere imponernos el cuerpo y el sexo como cosas sucias y malas. No gustar del propio cuerpo, avergonzarse del propio cuerpo, es básicamente insultar a nuestros dioses creadores, a nuestros dioses antepasados, a nuestros propios antepasados, porque fuimos creados a imagen y semejanza de nuestros creadores, lo que significa que ellos también tienen órganos sexuales que utilizan para obtener placer cuando hacen el amor. Los más conservadores de los Papas y los católicos más conservadores olvidan que ellos mismos nacieron como resultado de un acto sexual. ... Los que se oponen a la desnudez han olvidado que nacieron desnudos, que nadie nació nunca vestido, y que la única utilidad que tiene para nosotros la ropa es la de protegernos del frío cuando es necesario, o la de ofrecernos la posibilidad de vestirnos con obras de arte, atractivas por sus formas y colores, por ejemplo, durante las fiestas... » [1].

Esta línea de pensamiento raeliano [2] está en consonancia con el nudismo y el naturismo, que reivindican el derecho a vivir en completa desnudez, como Adán y Eva. En ciertos países occidentales, algunas playas están reservadas a quienes comparten esta mentalidad. Por un lado, el sexo está tan trivializado en estos países que quieren vivir como animales, sin ropa largo – porque gracias a su educación, cultura e inteligencia, los humanos saben vestirse con dignidad, cocinar comida, construir casas, etc., y no buscan vivir como animales – y por otro lado esa perversidad ha marcado tanto sus mentes (cf. 1 Tm 4, 2) que desean disfrutar viendo a todo el mundo desnudo, hasta tal punto que buscan propagar esta ideología con argumentos rebuscados. Es más, con un poco de sentido común, la conciencia de que las relaciones sexuales conducen al don de la vida debería bastar para respetar el origen de la vida, vestirse con modestia y, en general, vivir más en castidad.

En resumen, no hay nada malo en vestirse con modestia. Muchas personas se visten decentemente con ropa bonita. El problema surge cuando « la tela no bastó para coser el vestido », cuando la forma en que nos vestimos y nos sentamos despierta fácilmente pensamientos impuros en los demás. Nuestro cuerpo es un don precioso de Dios y la forma en que nos vestimos debería reflejar la estima que tenemos de ese cuerpo.

2. El escándalo de los pequeños

Escándalo suele referirse a algo que escandaliza o deshonra. Tiene otro significado en el Nuevo Testamento, escrito íntegramente en griego. La palabra griega « scandalos » significa piedra contra la que se tropieza y se cae. Por eso, cuando Jesús habla de escándalo, se refiere a cualquier acción mala en sí misma o en apariencia que pueda llevar al prójimo a pecar, aunque el pecado no llegue a producirse, por ejemplo, porque haya podido resistir.

« El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hunden en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Es forzoso, ciertamente, que vengan escándalos, pero ¡ay de aquel hombre por quien el escándalo viene! » (Mt 18, 5-7)

La gravedad del escándalo cambia según las circunstancias:

  • según la intención del autor: cuanto más conoce éste la malicia de su acción, más culpable es;

  • según la influencia del autor sobre los demás: un pecado público cometido por el Papa es más grave que el mismo pecado cometido por un cristiano poco conocido;

  • según el número de personas escandalizadas: cuantas más víctimas, más grave es el escándalo;

  • según la gravedad de la falta cometida por el prójimo a causa del escándalo.

Los efectos de la indecencia en el vestir no pueden evaluarse en función del número de personas afectadas y de los pecados de pensamiento o de obra que se derivarán. Una persona mal vestida puede desviar la atención de otra en el tráfico, provocando accidentes y caídas libres, con el resultado de lesiones más o menos graves e incluso muertes. Estos casos no son infrecuentes hoy en día.

De ahí la urgente necesidad de vestirse bien. Los padres deben cuidar su propia vestimenta para que sus hijos puedan tomar su ejemplo. Se dice que « de tal palo tal astilla ». No comprarán ropa inadecuada a sus hijos y les educarán desde pequeños para que elijan con cuidado sus atuendos.

3. Los desafíos de la ropa femenina

Hay quien piensa que la sociedad trata de imponer muchas limitaciones a la forma de vestir y sentarse de las mujeres, mientras que ellas son libres de hacer lo que les plazca. Tal opinión no puede ser objetiva, porque el cuerpo femenino y el masculino no son iguales. Es más, como en la pornografía, cuando la ropa no es la adecuada, los hombres, más estimulados por lo que ven, miran a las mujeres; y las mujeres miran a las mujeres por celos, preocupación por las comparaciones, etc. Por eso, el problema de la vestimenta es más agudo en el caso de las mujeres, aunque se puedan reprochar también algunos atuendos masculinos. Las agencias de publicidad son las primeras en explotar esta realidad psicológica.

Es cierto que, con toda la ropa de moda que hay hoy en día, tenemos que acostumbrarnos a vivir castamente en este difícil entorno. Pero no se trata de vestirse con cualquier estilo y decir que no importa porque la gente está acostumbrada. No todo el mundo es sensible a lo mismo. Lo que a uno no le molesta, a otro le puede llamar la atención. Además, podemos ser imitados por personas que nos aprecian. Las personas que se esfuerzan por abandonar la pornografía y la impureza en general reciben ayuda cuando el entorno que les rodea no es agresivo. Por eso, « nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no buscar nuestro propio agrado. Que cada uno de nosotros trate de agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación" (Rm 15, 1-2).

Además, hoy en día hay muchas quejas sobre la forma de vestir de las chicas y mujeres, especialmente en las iglesias. Sería deshonesto restar importancia a estas quejas. Muchas chicas ni siquiera son conscientes de ello, porque la modestia y la moderación hacen que quienes se avergüenzan no hablen directamente con ellas al respecto. No tienen ningún problema en llevar la « braguita » mona y el « top » escaso que han encontrado en una tienda de segunda mano barata. Sin embargo, si prestaran atención a la forma en que las miran, si analizaran las palabras malsonantes que les dirigen, si preguntaran a los chicos de su entorno qué piensan de esos conjuntos, pronto se darían cuenta de que molestan por su forma de vestir. Otras chicas, en cambio, son muy conscientes de la situación y se sienten orgullosas de su poder de seducción, de su « fuerza de ataque », como dicen ellas, de su capacidad para conquistar a los maridos y novios de otras « en un abrir y cerrar de ojos ».

Algunos fustigan a estas mujeres que llevan el velo islámico negro, con un vestido largo negro y, por lo general, guantes y calcetines negros. Sean cuales sean las razones aducidas, al menos no ofenden la decencia del mismo modo que sus detractores. Como dijo Jesús: « ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: "¿Deja que te saque la brizna del ojo", teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano » (Mt 7, 3-5). No nos corresponde a nosotros juzgar la piedad de estas señoras, pero no es descartable que tras el auge de este estilo de vestir se esconda un rechazo psicológico o sociológico, consciente o inconsciente, a la banalización del cuerpo femenino mediante vestimentas impúdicas.

Además, para aumentar su clientela, a una prostituta le interesa mostrar sus curvas y vestirse mínimamente. De este modo, llama la atención y es más fácil que quienes la miran imaginen que la desean al instante. No en vano la Escritura nos pide que no tengamos nada en común con las prostitutas y los libertinos (cf. Ef 5, 4-7). Hoy en día, sin embargo, es difícil distinguir a las prostitutas de las que no lo son por su forma de vestir, quizá también porque ya no hay mucha diferencia en su comportamiento, lo que es muy grave.

La trampa de la moda está especialmente extendida entre las adolescentes, deseosas de presumir de estatura. Los usuarios de las redes sociales (Facebook, Twitter, etc.) también se ven empujados a publicar fotos insólitas, fotos atractivas que consigan el máximo número de comentarios y visualizaciones. Y cuanto más sexy seas, más « me gusta » conseguirás. Al mismo tiempo, aumenta la magnitud del escándalo, porque las fotos están ahí todo el tiempo, accesibles desde cualquier parte del mundo.

Acabamos perdiendo el sentido de lo sagrado; es la consecuencia de cualquier endurecimiento en el pecado. ¿Iría usted a una entrevista de trabajo con faldita o una media? Sería una forma de asegurarte de que no te contratarían, porque no parece serio. Pero para ir a la iglesia, puedes vestir cualquier cosa. ¿Irías a reunirte con un presidente de la república con la misma ropa? Y, sin embargo, Jesús es el Rey de reyes, el Señor de señores (cf. 1 Tm 6, 15; Ap 17, 14; Ap 19, 16), mucho más que un presidente, mucho más que un reclutador. Ni siquiera se dan cuenta de que se están burlando de él al venir a su casa de esta manera, de que están obligando a los demás a mirar lujosamente hacia ellos en lugar de asistir a Misa. Habían venido a buscar refugio en el Señor, pero ahora están atrapados en su misma iglesia. En algunos países (Costa de Marfil, Togo, etc.), los carteles a la entrada de las iglesias indican la vestimenta prohibida. Estas indicaciones se respetan más o menos.

La vestimenta influye en los resultados académicos y profesionales. Se ha demostrado que cuando las mujeres van mínimamente vestidas, piensan más en su cuerpo y en cómo son percibidas, juzgadas y apreciadas. En estas condiciones, su capacidad de pensar se resiente [3]. En cambio, los comerciantes y las vendedoras, al llevar ropa provocativa, aumentan considerablemente su volumen de negocios. Es cierto que los uniformes escolares prestan muchos servicios en las escuelas primarias y secundarias. Sin embargo, los profesores y los padres deben velar para que la vestimenta de sus hijos sea adecuada y decente, incluso después de la escuela.

Vestirse de forma hortera reduce las posibilidades de que una chica sea bien respectada de verdad, porque los chicos serios no estarán interesados en ella, y los que la busquen estarán más interesados por acorstarse con ella que por pensar en una relación seria a largo plazo. Y como la contraseña es « te quiero », no dudarán en persuadirla si es necesario repitiendo la contraseña con convicción, aunque eso signifique decir que terminan la relación, cuando hayan tenido las relaciones sexuales deseadas. Ir mal vestida también aumenta las posibilidades de ser violada, de recibir un trato vulgar, de ser trivializada.

Así pues, al elegir una forma de vestir inadecuada, una chica o una mujer caerá tarde o temprano en el libertinaje y se quedará allí. Porque, aunque al principio fuera inocente, se le acercarán gamberros que acabarán introduciéndola en la impureza. Como le gusta el asunto, y dolida por haber sido abandonada tras esas relaciones puntuales, tomará ella misma la iniciativa, para satisfacer sus impulsos y también para vengarse. Por eso, las personas que suelen vestir bien tienden a ser serias, a tener profundidad de alma y a ser conscientes de su dignidad. Sin embargo, hay personas impías que saben disfrazarse de ángeles. Al acostumbrar a sus hijas a vestirse de forma inapropiada desde una edad temprana, los padres sin duda las están preparando para una vida de libertinaje a partir de la adolescencia, y a veces incluso antes.

La ropa decente aporta serenidad y paz. Impone respeto a los demás. En un mundo en el que el cuerpo se ha convertido en algo corriente, vestirse bien se ha convertido en una necesidad. « Que las mujeres, vestidas decorosamente, se adornen con pudor y modestia, no con trenzas ni con oro o perlas o vestidos costosos, sino con buenas obras, como conviene a mujeres que hacen profesión de piedad » (1 Tm 2, 9-10).

4. Disposiciones prácticas

Las recomendaciones para una vestimenta decente serán ridículas para quien no haya comprendido el fondo de la cuestión. Y hay muy pocas instrucciones, porque son obvias para la mente de quienes desean la castidad. Es difícil decir cuándo una prenda es adecuada y cuándo no. Sin embargo, « ¿no es demasiado corta? », « ¿no es demasiado ajustada? », « ¿no es provocativa? » son preguntas que surgen en la conciencia y bastan para hacernos abandonar un hábito, por caridad hacia los demás (cf. Rm 14, 16-23). A menudo vemos a chicas con pantalones ajustados y blusas saltarinas que, cuando están sentadas o en moto, siguen tirándose del vestido por detrás. Es la prueba de que, aunque hayan matado a su conciencia para verse cómodas con ese atuendo, ésta sigue regañándolas.

Es obvio que el modo de vestirse depende del contexto y de la actividad (por ejemplo, deporte, trabajo duro o sucio, etc.). Cuando estás en casa y no hay visitas, puedes ponerte cómodo. Sin embargo, en cuanto lleguen visitas, sobre todo del sexo opuesto, o si quieres salir de casa, debes vestirte en consecuencia, teniendo en cuenta que debes poder adoptar varias posturas (sentado, de pie, agachado, etc.) sin ofender a los demás.

Para los hombres:

  • evitar llevar camisas o pantalones transparentes;

  • evitar llevar pantalones ajustados;

  • evitar el estilo en el que los pantalones (o vaqueros) se bajan de forma que se vean los calzoncillos o las bragas.

Para las mujeres:

  • evitar llevar ropa transparente;

  • evitar la ropa pegada al cuerpo como ropa de calle: los jump tops, los bodies, las mallas y similares no deben llevarse solos, sino debajo de otra prenda. Deben evitarse los pantalones, vestidos y faldas ajustados;

  • No llevar prendas que muestren total o parcialmente los pechos o el espacio entre los pechos;

  • evitar pantalones de tiro bajo que dejen ver la ropa interior;

  • evitar las minifaldas y, en general, las faldas y vestidos que no lleguen a la rodilla;

  • evitar pantalones y shorts que no lleguen a la rodilla o que se peguen al cuerpo;

  • la prenda superior no debe mostrar el ombligo, la parte baja de la espalda o la parte media de la espalda. Por el contrario, una camisa larga (top) siempre es apropiada;

  • tener moderación en las aberturas;

  • sentarse correctamente, sobre todo cuando se llevan pantalones: abrir las piernas puede resultar incómodo para algunas personas.

Estas directrices siguen siendo válidas cuando hace calor. Conviene no conformarse con lo mínimo, sino evitar la ropa ambigua. Las personas con sobrepeso, aunque a menudo sea difícil encontrar su talla, siempre pueden mandar coser ropa que se adapte a su cuerpo. Optar por modificar la ropa puede suponer un esfuerzo económico para sustituir las prendas que resulten incómodas. Si una prenda le queda pequeña o demasiado ajustada, puede regalársela a otra persona. Lo mismo ocurre si la prenda se recibe como regalo. Pero si no es en absoluto adecuada, es mejor destruirla que dársela a otra persona.

Para ir a la iglesia, a la casa de Dios, hay que vestirse con cuidado, para favorecer un clima de oración y por el respeto que se debe a este lugar (cf. Jn 21, 7). Cabe señalar que, para la misa, el sacerdote debe llevar vestiduras litúrgicas (alba y casulla) que inspiran lo sagrado y ocultan su ropa personal -incluida la sotana- y todo su cuerpo, a excepción de la cabeza, las manos y los pies. Otros actores litúrgicos (monaguillos, lectores, etc.) también llevan alba. Para el servicio litúrgico en nuestras iglesias, las niñas y las mujeres llevan un pañuelo en la cabeza para que un peinado sofisticado no atraiga la atención de nadie en detrimento de la oración.

Estas prendas litúrgicas no son obligatorias para todos los participantes en la misa, pero sigue siendo necesaria una vestimenta respetuosa. Deben evitarse las camisetas sin mangas, los pantalones cortos y la ropa deportiva. En la medida de lo posible, a menos que no se disponga de otra ropa debido a la pobreza, hay que evitar la ropa sucia o rota, la ropa publicitaria, la ropa que lleve alguna inscripción o imagen que pueda distraer, y la ropa de partidos políticos [4] que llame la atención sobre otra cosa.

Conviene saber que para visitar la Basílica de San Pedro en Roma, los Museos Vaticanos, la Capilla Sixtina y otros lugares de la Santa Sede es obligatorio vestirse de la siguiente manera, incluso en verano:

  • pantalones largos para los hombres;

  • faldas por debajo de la rodilla o pantalones para las mujeres;

  • hombros cubiertos para todos;

  • mangas obligatorias para todos (mangas cortas o largas).

Una vez más, el problema de la vestimenta decente no reside en la belleza de la prenda. En todo, la Palabra de Dios recomienda que nos dejemos atraer por lo que es humilde y sencillo (cf. Rm 12, 16). « Que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados, joyas y modas, sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios » (1 P 3, 3-4).

 

Notas : 

[1] Kayemb Uriël Nawej, Erotic africa, la décolonisation sexuelle : Redécouvrons la sexualité africaine pré-coloniale sans les tabous judéo-chrétiens imposés par les blancs ! 2012, CreateSpace Independent Publishing Platform, p. 52-53. El autor es portavoz del movimiento raeliano.

[2] El movimiento raeliano fue fundado por Claude Maurice Marcel Vorilhon, conocido como Raël, « mensajero de los Elohim », nacido el 30 de octubre de 1946 en Vichy (Francia). Afirma haber sido concebido el 25 de diciembre de 1945 (Navidad). Ha hecho probada suerte como cantante, representante comercial y el periodismo deportivo. Raël, tras haber recibido comunicaciones con extraterrestres (Elohim), tuvo que fundar la religión de las religiones, pero una religión atea que encuentra su expresión en la « meditación sensual meditación », una técnica revelada por los Elohim. El objetivo es buscar el placer mediante la satisfacción de todos los sentidos: « Si deseas tener una experiencia sensual o sexual o sexual con uno o varios individuos, sea cual sea su sexo, siempre que este o estos individuos estén de acuerdo, puedes actuar según tus deseos » ... « Debemos reconocer el derecho de los adolescentes a una vida sexual independiente ». En se aconseja a las madres solteras que conozcan a todos los hombres que les gusten, que sean que les atraigan y que sean modelos masculinos para sus hijos. cf. Yves Morel, Le défi des sectes, des N.M.R. et des intégrismes, Abiyán, INADES, 1999.

[3] Le Figaro de mi-avril 1999, citado por Pascal IDE y Luc Adrien, Les 7 péchés capitaux ou ce mal qui nous tient tête, Paris, Mame-Edifa, 2003, p. 91-92.

[4] Una de las razones es que, si alguien está en contra del partido en cuestión, le resultará difícil rezar durante toda la misa.

 


Autor : Padre Kizito NIKIEMA, sacerdote de la archidiócesis de Uagadugú (Burkina Faso).
Traducción: Hermana Viviane COMPAORE.


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