Los hombres y mujeres de nuestro tiempo tienen una sed exagerada de « libertad ». Exigen la libertad de hacer lo que quieran, y exigen que se respete esa libertad. « Lo que yo haga no es asunto tuyo; si tú quieres, haz lo mismo ». Cada uno se convierte en su propio moralista, es decir, en juez de lo que está bien y lo que está mal. Nunca hay nada malo en darse placer a uno mismo, siempre que uno esté de acuerdo consigo mismo. Es más, cuando tu pareja consiente, no molestas a nadie, y la ley civil no lo prohíbe, ¿qué problema hay? Además, ¿no es mejor disfrutar plenamente de tu cuerpo antes de que se lo lleven las termitas?
Frente a estas ideas sobre la sexualidad, « ningún hombre puede eludir las preguntas fundamentales: ¿qué debo hacer? y ¿cómo puedo discernir el bien del mal? La respuesta sólo es posible gracias al esplendor de la verdad que brilla en lo más íntimo de la esperanza humana. [...] La Iglesia sabe que el cuestionamiento moral afecta profundamente a todo ser humano; implica a todos, incluso a los que no saben nada de Cristo, de su Evangelio y nada en absoluto de Dios » [1]. Así pues, sólo la Verdad nos hace verdaderamente libres (cf. Jn 8, 32), una verdad universal que no depende de individuos, culturas, países, condiciones sociales o económicas. Jesús dice: « En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo » (Jn 8, 34).
Las diversas ofensas a la castidad y a la dignidad del matrimonio que siguen, expuestas en aras de la verdad, pueden resultar dolorosas de contemplar, pero su valor positivo se pondrá de manifiesto a la larga, tras una madura reflexión. Pueden ayudar a profundizar en la comprensión de la dignidad respectiva del hombre y de la mujer, y abrir caminos para una vida verdaderamente libre y feliz, sin dejarse alienar por un cierto libertinaje, esa falsa mentalidad con la que, en nombre de la libertad, queremos justificar todo lo que hacemos, incluido el mal. No debemos, por tanto, ceder rápidamente a la tentación de detener la lectura diciendo: « Sobre esto ya te oiremos otra vez » (Hch 17, 32).
Nota :
[1] Juan Pablo II, Carta encíclica Veritatis splendor sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia, n°2.3..
Autor : Padre Kizito NIKIEMA, sacerdote de la archidiócesis de Uagadugú (Burkina Faso).
Traducción: Hermana Viviane COMPAORE.
- Este artículo está tomado de su libro: Mi cuerpo y el amor: La Buena Nueva sobre la sexualidad
Haga clic aquí para realizar un pedido en Amazon - Haga clic aquí para ver - También es autor del libro : La foi catholique face aux doctrines protestantes
Haga clic aquí para realizar un pedido en Amazon - Haga clic aquí para ver
