Al crear al hombre y a la mujer, Dios creó también zonas erógenas en sus cuerpos, es decir, partes sensibles susceptibles de producir placer sexual (genitales, senos, etc.). Sin embargo, el placer sexual es un fruto bello y bueno cuando su objetivo es la comunión de los esposos y la apertura a la vida. Por eso sólo puede ser legítimamente acogido en el marco del matrimonio.
La masturbación es la excitación voluntaria de los órganos sexuales o de otras zonas erógenas, generalmente con la mano u otros objetos, con el fin de obtener placer sexual. También se conoce como placer solitario, autoerotismo, onanismo (cf. Gn 38, 9-10), etc. También existe la masturbación a dos, entre novio y novia, por ejemplo, en la que los genitales de una persona son manipulados por la otra. Cualquiera que sea la forma que adopte, « tanto el Magisterio de la Iglesia, según una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han afirmado sin lugar a duda que la masturbación es un acto intrusivo y gravemente desordenado » [1] porque no une a las personas ni las abre a la vida.
Mucha gente se pregunta por qué la masturbación es pecado, ya que no molesta a nadie y no hay riesgo de embarazo ni de infecciones de transmisión sexual. « Es mi cuerpo, puedo hacer lo que quiera con él », dirán. Pero eso es olvidar que el criterio para que una acción sea buena o mala no depende de si molesta o no a los demás. Lo que un hombre hace en secreto (cf. Mt 6, 3-5), en sus pensamientos (cf. Mt 16, 23), en su corazón (cf. Mt 15, 19), en « su ojo » (cf. Mt 18, 9) cuenta ante Dios. También olvidamos que la masturbación suele ir acompañada de todo tipo de pensamientos impuros, y a menudo se alimenta del consumo de pornografía. Por tanto, conduce a otros pecados.
« El hombre que su propio lecho viola y que dice para sí: "¿Quién me ve?; la oscuridad me envuelve, las paredes me encubren, nadie me ve, ¿qué he de temer?; el Altísimo no se acordará de mis pecados", lo que teme son los ojos de los hombres; no sabe que los ojos del Señor son diez mil veces más brillantes que el sol, que observan todos los caminos de los hombres y penetran los rincones más ocultos » (Si 23, 18-19).
Y Jesús dice en particular sobre la impureza: « Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehena. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehena » (Mt 5, 27-30).
Hoy en día, la masturbación se fomenta en los medios de comunicación (radio, televisión, periódicos, revistas, Internet), por parte de ciertos médicos y psicólogos, profesores, etc. Para engañar a la gente, a menudo se presentan estadísticas sobre la práctica de la masturbación por hombres y mujeres en diferentes países, para justificar que es biológicamente normal, una parte esencial de la vida de todos los adolescentes, una actividad necesaria para la autorrealización, con efectos beneficiosos para la salud. Toda esta información supuestamente científica es falsa porque carece de base objetiva. Más bien refleja la perversidad de quienes las difunden.
A este respecto, conviene señalar, por una parte, que la frecuencia del fenómeno se debe a la debilidad humana herida por el pecado original, a la pérdida del sentido del pecado, a los numerosos esfuerzos movilizados para popularizar los vicios a través de los medios de comunicación, los espectáculos, las discotecas, la moda, etc., y, por otra, que el criterio moral, es decir, el criterio de una acción buena o mala no reside en el número de personas que aceptan o practican esa acción. Por eso la carta a los Filipenses hace esta recomendación: « Así pues, queridos míos, de la misma manera que habéis obedecido siempre, no sólo cuando estaba presente sino mucho más ahora que estoy ausente, trabajad con temor y temblor por vuestra salvación … Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones para que seáis irreprochables e inocentes, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación tortuosa y perversa, en medio de la cual brilláis como antorchas en el mundo, presentándole la Palabra de vida para orgullo mío en el Día de Cristo, ya que no habré corrido ni me habré fatigado en vano » (Flp 2, 12-16).
Algunas personas se refugian en la masturbación porque tienen miedo de las personas del sexo opuesto, porque están de mal humor, porque quieren aliviar su nerviosismo, su ansiedad, su inseguridad, olvidar su soledad o un problema concreto. La masturbación se convierte en una vía de escape que puede tranquilizarles momentáneamente, pero que nunca podrá satisfacerles ni resolver sus problemas. Otros se ven empujados a ello por la pornografía o por pensamientos sobre su novio o novia. En todos los casos, la masturbación va acompañada de pensamientos perversos que también van en contra de la castidad.
Y estudios científicos serios en el campo de la psicología demuestran que, para los adictos, el hecho de no poder masturbarse cuando sienten la necesidad de hacerlo provoca estrés, un comportamiento más tenso y, a veces en los hombres, un dolor agudo en los testículos. Además, a largo plazo, la masturbación provoca trastornos del apego (adicción, dependencia), pérdida de autocontrol y un cierto sentimiento de culpabilidad, tanto en los hombres como en las mujeres.
El uso de la masturbación es una búsqueda del placer por sí mismo y no un signo de amor verdadero. Cuando los chicos y chicas se han acostumbrado tanto a utilizar su sexualidad de este modo, ¿por qué iban a cambiar de repente una vez casados? Algunas personas ya no se sienten atraídas por personas del sexo opuesto con vistas al matrimonio porque se autoabastecen sexualmente mediante la masturbación. Otros se casan para ser como los demás, pero disfrutan de la masturbación tanto o más que su cónyuge, que sufre por ello, sintiéndose inútil, humillado, traicionado e incapaz de satisfacer a su cónyuge, que prefiere « valerse por sí mismo ».
Hay que señalar que los bebés y los niños pequeños antes de la edad de la razón no cometen pecado. Todavía no tienen (pleno) uso de razón, conciencia y libertad, y no pueden decidir por sí mismos.
La confesión, la oración, el autocontrol y la renuncia a la pornografía ayudan a superar la masturbación y a tener una visión más positiva de su cuerpo, su sexualidad y el amor verdadero. « Así vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a sus apetencias. Ni hagáis ya de vuestros miembros armas de injusticia al servicio del pecado; sino más bien ofreceos vosotros mismos a Dios como muertos retornados a la vida; y vuestros miembros, como armas de justicia al servicio de Dios » (Rm 6, 11-13).
Nota :
[1] Congregación para la doctrina de la fe, Declaración acerca de ciertas cuestiones de ética sexual, n°9.
Autor : Padre Kizito NIKIEMA, sacerdote de la archidiócesis de Uagadugú (Burkina Faso).
Traducción: Hermana Viviane COMPAORE.
- Este artículo está tomado de su libro: Mi cuerpo y el amor: La Buena Nueva sobre la sexualidad
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