Las relaciones homosexuales son relaciones sexuales entre un hombre y otro hombre, o entre una mujer y otra mujer. A las personas implicadas se las denomina homosexuales, gays y lesbianas (en el caso de las mujeres). El término « pederasta » (« maricón » para los hombres), aunque muy extendido, se considera en algunos países un insulto a los homosexuales y es susceptible de procesamientos. Esta cuestión es tanto más preocupante cuanto que el matrimonio entre personas del mismo sexo ha sido legalizado en algunos países occidentales, que intentan conseguir su aceptación mediante presiones políticas y económicas en África.

Al crear al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 27), Dios subraya la complementariedad natural de los sexos, que se manifiesta en el don de la vida (procreación) y la entrega de sí mismo en el matrimonio. Hagan lo que hagan, dos hombres no se complementan y no pueden dar a luz a un hijo. Del mismo modo, hagan lo que hagan, dos mujeres no se completan y no pueden concebir hijos. Por eso se dice que la homosexualidad es un pecado contra natura.

La homosexualidad es un pecado muy grave, asociado en la Biblia con la ciudad de Sodoma, que fue destruida por un fuego de azufre. « La gente de Sodoma, desde los jóvenes hasta los ancianos, todo el pueblo sin excepción demostró sus hábitos sexuales cuando le dijeron a Lot: "¿Dónde están los hombres que han venido adonde ti esta noche? Sácalos, para que abusemos de ellos" » (Gn 19, 4-5).

En el Antiguo Testamento, esta práctica, junto con la zoofilia (relaciones con animales), ya era una abominación: « No te acostarás con un hombre como con una mujer; es abominación. No te unirás a una bestia y te ensuciarás. Una mujer no irá delante de una bestia para acostarse con ella; es una abominación. No os hagáis impuros por ninguna de estas acciones, porque por ellas se han hecho impuras las naciones que yo expulsaré delante de vosotros » (Lv 18, 22-24).

La pena correspondiente prescrita por Moisés era la muerte: « Si alguien se acuesta con varón, como se hace con mujer, ambos han cometido abominación: morirán sin remedio; su sangre caerá sobre ellos. El que se una con bestia, morirá sin remedio. Mataréis también la bestia » (Lv 20, 13.15).

En su carta a los Romanos, san Pablo muestra que el rechazo de Dios, la adoración de la criatura en lugar del Creador es la causa de las pasiones degradantes: « sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío. Aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas practican, no solamente las practican, sino que aprueban a los que las cometen » (Rm 1, 2-27.32).

San Pablo también interpeló a los Corintios sobre la gravedad del pecado de impureza, en particular del pecado contra natura, diciendo: « ¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios » (1 Co 6, 9-10).

Finalmente, en Tito, Pablo alude a la homosexualidad hablando de la Ley de Moisés : « Sí, ya sabemos que la Ley es buena, con tal que se la tome como ley, teniendo bien presente que la ley no ha sido instituida para el justo, sino para los prevaricadores y rebeldes, para los impíos y pecadores, para los irreligiosos y profanadores, para los parricidas y matricidas, para los asesinos, adúlteros, homosexuales, traficantes de seres humanos, mentirosos, perjuros y para todo lo que se opone a la sana doctrina » (1 Tm 1, 8-10).

Los actos homosexuales figuran entre los cuatro « pecados que claman venganza » porque son tan graves y manifiestos que provocan que Dios los castigue con penas más severas [1]. Esto se debe a que, « la cólera de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia » (Rm 1, 18).

A pesar de todas estas claras y límpidas palabras de la Escritura, hay que decir que « un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición. Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana » [2].

« Sin embargo, en la actualidad un número cada vez más grande de personas, aun dentro de la Iglesia, ejercen una fortísima presión para llevarla a aceptar la condición homosexual, como si no fuera desordenada, y a legitimar los actos homosexuales. Quienes dentro de la comunidad de fe incitan en esta dirección tienen a menudo estrechos vínculos con los que obran fuera de ella. Ahora bien, estos grupos externos se mueven por una visión opuesta a la verdad sobre la persona humana, que nos ha sido plenamente revelada en el misterio de Cristo. Aunque no en un modo plenamente consciente, manifiestan una ideología materialista que niega la naturaleza trascendente de la persona humana, como también la vocación sobrenatural de todo individuo.

Los ministros de la Iglesia deben procurar que las personas homosexuales confiadas a su cuidado no se desvíen por estas opiniones, tan profundamente opuestas a la enseñanza de la Iglesia. Sin embargo, el riesgo es grande y hay muchos que tratan de crear confusión en relación con la postura de la Iglesia y de aprovechar esta confusión para sus propios fines. La Iglesia no puede dejar de preocuparse de todo esto y por consiguiente mantiene firme su clara postura al respecto, que no puede ser modificada por la presión de la legislación civil o de la moda del momento.

Las personas homosexuales, como los demás cristianos, están llamadas a vivir la castidad. Si se dedican con asiduidad a comprender la naturaleza de la llamada personal de Dios respecto a ellas, estarán en condición de celebrar más fielmente el sacramento de la Penitencia y de recibir la gracia del Señor, que se ofrece generosamente en este sacramento para poder convertirse más plenamente caminando en el seguimiento a Cristo » [3]. « Someteos, pues, a Dios; resistid al Diablo y él huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Purificaos, pecadores, las manos; limpiad los corazones, hombres irresolutos » (St 4, 7-8).

 

Notas : 

[1] Los cuatro pecados que « claman venganza » son:

  1. Homicidio voluntario, especialmente aborto: « ¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo » (Gn 4, 10) ; « Se pusieron a gritar con fuerte voz: "¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin tomar venganza por nuestra sangre de los habitantes de la tierra?" » (Ap 6, 10) « Que a nuestra vista conozcan los gentiles la venganza de la sangre de tus siervos derramada » (Ps 78(79), 10).

  2. Pecado impuro contra el orden de la naturaleza (homosexualidad, sodomía): « Los habitantes de Sodoma eran muy malos y pecadores contra Yahveh » (Gn 13, 13). « Dios condenó a la destrucción las ciudades de Sodoma y Gomorra, reduciéndolas a cenizas, poniéndolas como ejemplo para los que en el futuro vivirían impíamente; y si libró a Lot, el justo, oprimido por la conducta licenciosa de aquellos hombres disolutos pues este justo, que vivía en medio de ellos, torturaba día tras día su alma justa por las obras inicuas que veía y oía » (2 P 2, 6-8).

  3. La opresión de los pobres: « No vejarás a viuda ni a huérfano. Si le vejas y clama a mí, no dejaré de oír su clamor, se encenderá mi ira y os mataré a espada; vuestras mujeres quedarán viudas y vuestros hijos huérfanos » (Ex 22, 21-23) ; « Así dice Yahveh: Haced justicia cada mañana, y salvad al oprimido de mano del opresor, so pena de que brote como fuego mi cólera, y arda y no haya quien apague, a causa de vuestras malas acciones » (Jr 21, 12).

  4. Fraude sobre el salario justo del trabajador : « Mirad; el salario que no habéis pagado a los obreros que segaron vuestros campos está gritando; y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos » (St 5, 4).

[2] Catecismo de la Iglesia Católica, n°2358-2359.

[3] Congregación para la doctrina de la fe, Carta a los obispos de la iglesia católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, n°8.9.12.


Autor : Padre Kizito NIKIEMA, sacerdote de la archidiócesis de Uagadugú (Burkina Faso).
Traducción: Hermana Viviane COMPAORE.


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