El matrimonio católico, a diferencia de otras formas de matrimonio, es indisoluble, lo que significa que una vez que el matrimonio ha sido válidamente celebrado y consumado, el divorcio no es posible. La compasión por las personas que han vivido tragedias que les han llevado a la separación o al divorcio por la vía civil no debe ser motivo para ocultarles que el divorcio es un mal en sí mismo, o que volver a casarse tras el divorcio es un estado de adulterio permanente. Es un engaño. He aquí lo que Jesús enseñó sobre el matrimonio:
« Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: "¿Puede el marido repudiar a la mujer?" Él les respondió: "¿Qué os prescribió Moisés?" Ellos le dijeron: "Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla." Jesús les dijo: "Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, El los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre." Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: "Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio" » (Mc 10, 2-12).
Así pues, Jesús pone fin a la relajación concedida por Moisés en el Antiguo Testamento por motivos de « dureza de corazón ». De ahora en adelante, « que la mujer no se separe del marido, mas en el caso de separarse, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su marido, y que el marido no despida a su mujer » (1 Co 7, 10-11).
Cabe señalar que el vínculo matrimonial sigue vigente hasta la muerte de uno de los cónyuges. En este caso, la viuda o el viudo puede volver a casarse por la Iglesia. « Así, la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras éste vive; más, una vez muerto el marido, se ve libre de la ley del marido. Por eso, mientras vive el marido, será llamada adultera si se une a otro hombre; pero si muere el marido, queda libre de la ley, de forma que no es adultera si se casa con otro » (Rm 7, 2-3).
« El divorcio es una ofensa grave a la ley natural. Pretende romper el contrato, aceptado libremente por los esposos, de vivir juntos hasta la muerte. El divorcio atenta contra la Alianza de salvación de la cual el matrimonio sacramental es un signo. El hecho de contraer una nueva unión, aunque reconocida por la ley civil, aumenta la gravedad de la ruptura: el cónyuge casado de nuevo se halla entonces en situación de adulterio público y permanente. Si el divorcio civil representa la única manera posible de asegurar ciertos derechos legítimos, el cuidado de los hijos o la defensa del patrimonio puede ser tolerado sin constituir una falta moral » [1]. Sin embargo, el divorcio civil no tiene ningún efecto sobre un matrimonio celebrado válidamente en la Iglesia, que vincula a los cónyuges para el resto de sus vidas.
Jesús condenó abiertamente el abandono de los cónyuges, incluso con vistas a un nuevo matrimonio. Encontrándose con una samaritana junto a un pozo, « Jesús le dice: "Vete, llama a tu marido y vuelve acá." Respondió la mujer: "No tengo marido." Jesús le dice: "Bien has dicho que no tienes marido, porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho la verdad" » (Jn 4, 16-18). Ciertamente, no es para que ella permanezca en este estado matrimonial que Jesús le revela su situación adúltera, porque a otra mujer sorprendida en el acto de adulterio, declara: « Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más » (Jn 8, 11).
Un hombre o una mujer pueden ser abandonados por su cónyuge u obligados por éste a aceptar el divorcio civil. En este caso, el cónyuge inocentemente abandonado deberá soportar con paciencia la soledad, el rechazo y otras dificultades asociadas a su nueva situación. Incluso deberá seguir rezando por su cónyuge, cultivar el perdón que exige el amor cristiano y permanecer abierto a reanudar juntos la vida conyugal. No se dejarán arrastrar a una nueva unión, por efímera que sea.
En ciertos casos graves, aunque se mantenga el vínculo matrimonial, los cónyuges pueden y deben separarse temporalmente. Así ocurre, por ejemplo, cuando uno de los cónyuges pone en grave peligro el alma o el cuerpo del otro o de los hijos. Sin embargo, en cuanto deja de existir el peligro de muerte, debe reanudarse la vida en común [2].
Hay que tener en cuenta que, a veces, un matrimonio celebrado por la Iglesia se declara nulo, es decir, lo que se celebró no unió a los cónyuges. Ciertas condiciones son necesarias para que un matrimonio sea válido [3], y cuando se descubren más tarde, pueden ser la causa de la nulidad del matrimonio. Es el caso, por ejemplo, del matrimonio bajo coacción (matrimonio forzado). Una vez declarado nulo un matrimonio [4], quienes lo contrajeron pueden casarse (de nuevo) por la Iglesia con otra persona.
En definitiva, el matrimonio tal como lo enseñó Jesús tiene exigencias serias: es para bien o para mal. El amor entre un hombre y una mujer casados debe reflejar el vínculo inseparable entre Cristo y su Iglesia (cf. Ef 5, 32). Cristo aceptó toda clase de sufrimientos por su Iglesia, y en la Cruz, haciendo caso omiso de todas sus penas, perdonó a sus enemigos: « Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen » (Lc 23, 34). Cristo nos ama a cada uno de nosotros a pesar de nuestros pecados; está siempre dispuesto a perdonarnos y a acogernos si volvemos a Él. Cristo pide que nuestros amores humanos, inestables y egoístas, se eleven a la imagen de su amor por nosotros. « En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al marido » (cf. Ef 5, 33).
Notas :
[1] Catecismo de la Iglesia Católica, n°2383-2384. Se ha cambiado el orden de las frases.
[2] Cf. canones 1151-1155.
[3] Cf. canones 1083-1123.
[4] Para obtener la nulidad matrimonial, debe dirigirse al tribunal eclesiástico. Los párrocos pueden facilitarle más información. Mientras un matrimonio no haya sido declarado nulo, se sigue considerando válido y los cónyuges, aunque estén separados, cometen adulterio si se van con otra persona.
Autor : Padre Kizito NIKIEMA, sacerdote de la archidiócesis de Uagadugú (Burkina Faso).
Traducción: Hermana Viviane COMPAORE.
- Este artículo está tomado de su libro: Mi cuerpo y el amor: La Buena Nueva sobre la sexualidad
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