El concubinato plantea un problema para la recepción de los sacramentos por la falta de coherencia entre la vida vivida y la fe profesada.
1. La Eucaristía
La fornicación es un pecado mortal que impide la recepción de la Sagrada Comunión. Como recordatorio, « examina, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo » (1 Co 11, 28-29). Razón de más para que los que conviven no reciban la Sagrada Eucaristía. Trataremos aquí de la convivencia entre personas libres; otros casos (divorciados vueltos a casar, polígamos) serán tratados más adelante.
Según el derecho de la Iglesia, « no deben ser admitidos a la sagrada comunión los excomulgados y los que están en entredicho después de la imposición o declaración de la pena, y los que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave » [1]. Los hombres y mujeres en estado de convivencia con o sin cohabitación, al no haber celebrado matrimonio por la Iglesia, pertenecen precisamente a la categoría de « los que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave ».
2. El sacramento de la reconciliación
La confesión no es posible para quienes cohabitan. La razón es que, para que la confesión sea válida, el penitente debe arrepentirse de sus pecados y comprometerse a luchar contra el pecado. Esto se expresa en el acto de contrición: « Dios mío, siento mucho haberte ofendido porque eres infinitamente bueno, infinitamente bondadoso, y el pecado te desagrada. Me propongo firmemente, con la ayuda de tu santa gracia, no ofenderte más y hacer penitencia ». Sin embargo, el arrepentimiento sincero y la lucha contra la fornicación se ven comprometidos por el hecho mismo del concubinato. Por eso no es posible la absolución. Para que el arrepentimiento sea sincero, debe haber signos de conversión, en particular la separación o el compromiso matrimonial.
Algunas parejas de concubinos, tras darse cuenta de la gravedad de su situación, deciden vivir en abstinencia sexual mientras esperan su matrimonio. Algunas mujeres y algunos hombres deciden unilateralmente negarse a su pareja mientras esperan la regularización. Esto ya es algo positivo. Sin embargo, la gente que les rodea no puede conocer el secreto de su cama, e incluso si hablaran de ello, no serían creíbles. Mientras no se casen, estas parejas no son buenos ejemplos para quienes las observan.
Cuando una persona ha llegado al punto de la muerte, es decir, está a punto de morir, aunque exista algún impedimento, todo sacerdote tiene el poder de ejercer la misericordia de Dios para salvar su alma dándole la absolución de todos sus pecados [2]. Sin embargo, es peligroso esperar hasta el punto de la muerte antes de procurar quedar bien con el Señor (cf. Mt 25, 13; Lc 14, 31-32; 2 P 3, 9-10).
3. El sacramento de la unción de los enfermos
En caso de peligro por enfermedad o vejez, los cristianos pueden pedir el sacramento de los enfermos. Sin embargo, « no se da la unción de los enfermos a quienes persisten obstinadamente en un pecado grave manifiesto » [3].
Es una suerte que algunas personas acepten finalmente regularizar su situación celebrando el matrimonio en su cama de hospital y reciban el sacramento de la reconciliación y la unción de los enfermos. Pero también es triste. ¿Por qué hemos esperado tanto? ¿Por qué no aceptaron la gracia del matrimonio antes, en una iglesia, para vivir mejor juntos en el Señor? Y no olvidemos que sólo unos pocos privilegiados se benefician de la presencia de un sacerdote en el momento de la muerte.
4. El bautismo
A veces, un bautizado vive con un no cristiano que, movido por el Espíritu Santo, se inscribe en la catequesis con vistas a recibir el bautismo. En este caso, se dice claramente a la parte no cristiana que no puede recibir el bautismo hasta que hayan celebrado su matrimonio por la Iglesia. Se advierte al catecúmeno con mucha antelación, a menudo incluso en el momento de la inscripción, para que, si la pareja decidiese casarse, no sea como si se vieran obligados a hacerlo como una formalidad debido a la petición del bautismo. Por desgracia, a veces ocurre que estos catecúmenos terminan todo el curso de catequesis y su pareja cristiana descuida o rechaza el sacramento del matrimonio. A veces la situación persiste y la pareja no bautizada muere sin recibir el bautismo. ¡Qué dureza de corazón!
Además, los que viven juntos no pueden ser padrinos de bautismo, porque « para que alguien sea admitido como padrino, es necesario que sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el santísimo sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir » [4].
5. Los funerales cristianos – la vida eterna
La cohabitación es una situación embarazosa para los familiares en caso de fallecimiento, porque « se han de negar las exequias eclesiásticas, a no ser que antes de la muerte hubieran dado alguna señal de arrepentimiento : 1. a los notoriamente apóstatas, herejes o cismáticos ; 2. a los que pidieron la cremación de su cadáver por razones contrarias a la fe cristiana ; 3. a los demás pecadores manifiestos, a quienes no pueden concederse las exequias eclesiásticas sin escándalo público de los fieles » [5]. En los países donde se aplica esta directiva, a menudo vemos familias que intentan lo imposible para conseguir la celebración de misas fúnebres, sobre todo cuando el difunto es un personaje o si su familia tiene notoriedad. En el caso de que tal engaño tenga éxito, está destinado a escandalizar al pueblo de Dios, especialmente cuando la prensa informa sobre el funeral de un personaje bien conocido.
No es deseable que un cristiano muera en estado de pecado grave. El juicio corresponde sólo a Dios, pero sabemos que « salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra Él, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos. Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de Él si omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos (cf. Mt 25, 31-46). Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra "infierno" » [6].
6. Disposiciones pastorales
Para desalentar el concubinato, a los que viven en este estado no se les permite asumir responsabilidades en la Iglesia, por ejemplo, estando a cargo de movimientos o CCB [7].
El derecho eclesiástico obliga a los fieles a confesarse al menos una vez al año [8]. Además, aunque vivan lejos de una iglesia, « todo fiel, después de la primera comunión, está obligado a comulgar por lo menos una vez al año. Este precepto debe cumplirse durante el tiempo pascual, a no ser que por causa justa se cumpla en otro tiempo dentro del año » [9]. Se trata de la comunión pascual. Los cristianos que se preocupan de vivir sus instrucciones deben evitar la cohabitación, y si se encuentran en este estado, deben abandonarlo cuanto antes, bien pidiendo el sacramento del matrimonio, bien dejando de cohabitar con su pareja.
En resumen, desde todos los puntos de vista, la cohabitación no es una situación que deba considerarse para uno mismo ni que deba desearse ni siquiera al enemigo, ya que Jesús manda amar a los enemigos (cf. Mt 5, 44). En la práctica, la cohabitación se limita muy a menudo a los casos de convivencia sin matrimonio en la Iglesia. Sin embargo, la cohabitación se refiere a una unión estable entre un hombre y una mujer que incluye relaciones sexuales sin matrimonio en la iglesia. Una relación sexual regular, basada al menos en un acuerdo tácito, es suficiente para calificar como cohabitación, haya o no convivencia.
A pesar de ello, vemos a nuestro alrededor lo fácil que es para los jóvenes entrar en la cohabitación, una situación radicalmente opuesta al Evangelio. Algunos permanecen en esta situación durante 5, 10, 20, 40 años ¡o más! La mayoría de las veces es la mujer la que insiste en solicitar la regularización, y el hombre se niega obstinadamente, causándole un gran sufrimiento. Y cuando las parejas tienen hijos, lo único que se hace es felicitarles por su llegada y llevarles regalos, sin matizar inmediatamente los comentarios dando buenos consejos.
« Sin embargo, la comprensión de las circunstancias y el respeto de las personas no equivalen a una justificación. Más bien se trata de subrayar, en estas circunstancias que la verdad es un bien esencial de las personas y factor de auténtica libertad: que de la afirmación de la verdad no resulte ofensa, sino sea forma de caridad, de manera que el no disminuir en nada la doctrina salvadora de Cristo sea forma eminente de caridad para con las almas, de modo tal, que se acompañe « con la paciencia y la bondad de la cual el Señor mismo ha dado ejemplo en su trato con los hombres » [10].
« Si alguno de vosotros, hermanos míos, se desvía de la verdad y otro le convierte, sepa que el que convierte a un pecador de su camino desviado, salvará su alma de la muerte y cubrirá multitud de pecados » (St 5, 19-20).
Notes :
[1] Canon 915.
[2] Canon 976.
[3] Canon 1007.
[4] Canon 874 § 1 n 3.
[5] Canon 1184 § 1.
[6] Catecismo de la Iglesia Católica, n°1033.
[7] CCB: Comunidad Cristiana de Base. Reúne a cristianos católicos de una zona limitada de una parroquia en algunos países como Burkina Faso. Es un lugar de confraternización, intercambio y profundización de la fe cristiana.
[8] Canon 989.
[9] Canon 920.
[10] Pontificio consejo para la familia, Familia, matrimonio y "uniones de hecho", n°49.
Autor : Padre Kizito NIKIEMA, sacerdote de la archidiócesis de Uagadugú (Burkina Faso).
Traducción: Hermana Viviane COMPAORE.
- Este artículo está tomado de su libro: Mi cuerpo y el amor: La Buena Nueva sobre la sexualidad
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