En la Biblia se habla muy poco de los viudos, pero más a menudo de las viudas, porque en el Antiguo Testamento y en la época de Jesús, los hombres solían ser polígamos y podían volver a casarse con facilidad. La condición social de la mujer no era muy envidiable entre los judíos. No tenía propiedad privada. Cuando su marido moría, era despojada de todo. En consecuencia, la viuda y el huérfano son, en la Biblia, el símbolo mismo de la pobreza extrema (cf. 1 R 17; Dt 24, 17-21; Jb 1, 8).

En la Ley de Moisés, las viudas eran objeto de una atención especial: « Cuando siegues la mies en tu campo, si dejas en él olvidada una gavilla, no volverás a buscarla. Será para el forastero, el huérfano y la viuda, a fin de que Yahveh tu Dios te bendiga en todas tus obras » (Dt 24, 19). Del mismo modo, los cristianos deben preocuparse mucho por ellos: « La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo » (St 1, 27).

A pesar de la dolorosa experiencia de la viudez, de la pérdida de un ser querido – aunque en algunos casos la muerte del cónyuge marca el final de la opresión y la humillación sufridas a manos de éste – y de las dificultades de todo tipo que pueden surgir en este estado, los viudos y las viudas están llamados a vivir en castidad.

El vínculo del sacramento del matrimonio une a los cónyuges hasta la muerte de uno de ellos. Los viudos y viudas tienen derecho a volver a casarse por la Iglesia si así lo desean. He aquí el consejo de san Pablo : « La mujer está ligada a su marido mientras él viva; más una vez muerto el marido, queda libre para casarse con quien quiera, pero sólo en el Señor. Sin embargo, será feliz si permanece así según mi consejo; que también yo creo tener el Espíritu de Dios » (1 Co 7, 39-40; véase también Rm 7, 2-3).

A menos que vuelva a casarse, el viudo o la viuda que mantiene relaciones sexuales comete el pecado de fornicación. San Pablo, célibe, invita a todos a discernir su vocación, el don particular de Dios de vivir de una determinada manera en el mundo para dar testimonio de Cristo: el celibato consagrado, el matrimonio o la viudez libremente vivida. No obstante, invita a los viudos y viudas que no deseen vivir en abstinencia a volver a casarse: « Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo; más cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera, otros de otra. No obstante, digo a los célibes y a las viudas: Bien les está quedarse como yo. Pero si no pueden contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrasarse » (1 Co 7, 7-9).

Una vez dadas estas instrucciones, san Pablo no tardó en darse cuenta de que a las jóvenes viudas que se habían comprometido a no volver a casarse les resultaba difícil vivir en castidad, por lo que las invitó a volver a casarse. Al dar a Timoteo instrucciones prácticas sobre cómo formar el grupo de viudas que su comunidad tendría que cuidar por completo, san Pablo le obligó a excluir a las viudas jóvenes.

« La que de verdad es viuda y ha quedado enteramente sola, tiene puesta su esperanza en el Señor y persevera en sus plegarias y oraciones noche y día. La que, en cambio, está entregada a los placeres, aunque viva, está muerta. Todo esto incúlcalo también, para que sean irreprensibles. Si alguien no tiene cuidado de los suyos, principalmente de sus familiares, ha renegado de la fe y es peor que un infiel. Que la viuda que sea inscrita en el catálogo de las viudas no tenga menos de sesenta años, esposa de un solo marido, y tenga el testimonio de sus buenas obras: haber educado bien a los hijos, practicado la hospitalidad, lavado los pies de los santos, socorrido a los atribulados, y haberse ejercitado en toda clase de buenas obras. Descarta, en cambio, a las viudas jóvenes, porque cuando les asaltan los placeres contrarios a Cristo, quieren casarse e incurren así en condenación por haber faltado a su compromiso anterior [1]. Y, además, estando ociosas, aprenden a ir de casa en casa; y no sólo están ociosas, sino que se vuelven también charlatanas y entrometidas, hablando de lo que no deben. Quiero, pues, que las jóvenes se casen, que tengan hijos y que gobiernen la propia casa y no den al adversario ningún motivo de hablar mal; pues ya algunas se han extraviado yendo en pos de Satanás » (1 Tm 5, 5-15).

El Evangelio da el ejemplo de una viuda virtuosa en el momento de la presentación de Jesús en el Templo: « Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones » (Lc 2, 36-37).

La Santísima Virgen María es modelo y ayuda de todas las viudas. Los evangelistas no consideraron útil hablar de la muerte de san José porque sólo escribieron ciertos hechos sobre Jesús que son útiles para nuestra fe y salvación [2]. Jesús no habría confiado su madre al apóstol san Juan si san José no hubiera muerto ya en el momento de su Pasión, para que ella no tuviera que vivir sola: « Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo." Luego dice al discípulo: "Ahí tienes a tu madre." Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa » (Jn 19, 26-27).

Lo dicho sobre las viudas vale también para los viudos. Corresponde a cada uno elegir libremente en conciencia si quiere volver a casarse o no, viviendo en todo caso la castidad que corresponde a cada situación. Antes de tomar esta decisión, los interesados deben pensar largo y tendido en el futuro y el bienestar de sus hijos, que ya han nacido por amor a ellos. Estos hijos podrían ser objeto de celos e incluso de malos tratos por parte de la persona que sustituirá al progenitor fallecido una vez consumado el nuevo matrimonio.

 

Notas : 

[1] TCumplir sus promesas es un punto de honor para los creyentes: « Oh Dios, tú mereces un himno en Sión, y a ti se te cumplen los votos en Jerusalén, porque tú escuchas las súplicas » (Ps 64(65), 2). « Haced votos al Señor y cumplidlos » (Ps 75(76), 12). « Te debo, Dios mío, los votos que hice, los cumpliré con acción de gracias » (Ps 55(56), 13). « Si te abstienes de hacer voto, no habrá pecado en ti. Pero lo que salga de tus labios lo mantendrás, y cumplirás el voto que has hecho voluntariamente a Yahveh tu Dios, lo que has dicho con tu propia boca » (Dt 23, 22-24).

[2] Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre » (Jn 20, 30-31) ; « Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran » (Jn 21, 25).


Autor : Padre Kizito NIKIEMA, sacerdote de la archidiócesis de Uagadugú (Burkina Faso).
Traducción: Hermana Viviane COMPAORE.


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